Ni idea de nada

La verdad es que no sé que hago aquí, cuando tendría que estar durmiendo ya mi sueñecito diurno de vampira laboral. Vengo de médicos, del oftalmólogo concretamente, de mi revisión anual. Aún medio deslumbrada...o entera de esas gotitas malditas que te ponen para hacer el fondo de retina. Mirar a esta pantalla blanca es una tortura, pero escribir con las gafas de sol, la luz encendida mi camiseta de dormir y que me pille mi padre de esa guisa tan ridícula me frena un poco la verdad. Para postre, tres cafés con leche llevo ya...he desayunado con mi compa del curro, con mi madre y ahora con mi padre, que estaba dándome los detalles de la surrealista reunión de esta nuestra comunidad de vecinos que hubo anoche. A este paso de triple desayuno, los quilitos que estoy perdiendo van a volver y con refuerzo de infanteria. La verdad es que tengo una duda de blogística y no sé cómo resolverla... ¿si transcribo aquí cualquier cosa estaré violando algún derecho de autor? ¿Vendrán los de la SGAE a detenerme? Por si acaso, hago la recomendación por escrito. Un libro de poesía fantástico. No me pongo a analizarlo, pero, como cualquier libro de poesía, leerlo múltiples veces, susurrarlo, gritarlo... Este se llama Grises de Ana Isabel Conejo Alonso (Ediciones Azucel, 2003). De muestra sirva este botón (a riesgo de detenciones):
Busco el nervio del agua,
la raíz del temblor,
pero todo es arena entre mis dedos,
fuga de ardores y sentidos.

Para muestra un botón. Banda sonora de esta nota: Slowly de Luis Eduardo Aute