18.6.06

Mi barrio

Las mañanas en mi calle son tranquilas, con unaz serenidad que confunde a veces, nada que ver con esas tardes de coches en doble fila comapartiendo su música con la parroquia, los abuelos en el banco, esa familia medio paya que ocuypa la otra fila de bancos posibles, los niños jugando a pelota en la pista, los perros marcando territorio mientras sus dueños se hacen los despistados, esas señoras charlando en medio de la acera que nunca se apartan, la terraza del bar llena, las guineanas con sus niños y esos vestidos de batik que tanta alegría da ver en invierno, o las marroquis fashion que llevan el chador a juego con la ropa o con el bolso....


A las seis de la mañana la historia es totalmente diferente. El parque está desierto. De vez en cuando hay un hombre joven durmiendo en el banco, sin zapatos y con la mochila de almohada. Vienen a buscarlo y acaba su siesta matutina de golpe. Sólo se oye a la colonia de cotorras que desde hace años ocupó la palmera que está delante de mi balcón. Alquien más madrugador que yo ya ha extendido migas de pan por todo el suelo y los gorriones bajan a su cita obligada. Se empieza a reunir la cuadrilla de albañiles que cada mañana recogen en la puerta de la tienda de muebles. Todos van con sus jaulas de pajarillos uniformemente vestidas con una funda a cuadritos azules. Son todo gente joven y hace sonreir esa afición y hasta choca...
La panaderia es la única tienda abierta desde las cinco y media. Los habituales van haciendo la ronda hacia la puerta: los que acaban de plegar del trabajo a por el pan, ese abuelo que recoge a cinco nietos de tres lugares distintos,con su bocadillo hecho, y los reparte por tres colegios distintos también, la señora Isabel acompañando a su marido, con un recién diagnosticado Alzheimer, para que no se pierda por el camino. Yo sigo a mi perra en su labor diaria de remarcar cada día desde hace trece años su territorio, con la bolsa de plástico en mano. Pasa la municipal recordándome mis deberes civicos de dueña de perra, les enseño las bolsas y siguen su camino, mientras yo mascullo algo sobre el camello del parque interior de la esquina. A ese seguro que no le llaman la atención.
Y por un momento, sola en le parque, mirando de reojo a mi bichito, con el último cigarro antes de dormir aspirado intensamente, y las cotorras de banda sonora, me convenzo que este barrio es un buen sitio para vivir, cojo aire con fuerza y me empapo de esa calma matinal y me relajo lo suficiente para volverme a mi casa. Y no renegaría de esta calle de extrarradio, obrera, gárrula y un pelín canalla a veces, con todas sus historias y toda su gente..

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Curioso que a ti te llamen la atención a las 6 de la mañana y luego varias horas mas tarde la calle esté llena de mierdas de perro, que la dignísima gente de la calle ni se molesta en recojer cuando sus mascotas hacen lo que tienen que hacer.

Idem cuando la calle se llena de coches en doble fila, y los alrededores del bar de los chinos se llena de gentuza con los coches o los quads atravesados en la acera, la música "para todos", el porro en la mano o en proceso de liado delante de todo el mundo... que pasa la patrulla y no les dice ni pio.

Y basta con que un dia aparques mal, para que a ti te llamen la atención....

Unknown dijo...

Por un momento pensé que hablabas de mi barrio...