19.11.11


NUDOS


Allá estaban las tres. En esa habitación en penumbra donde sólo se intuía el aire fresco que circulaba desde el patio hasta el corral. Padre y el resto de los hombres habían ido al casino a hacer el café del mediodía y los licores. Cuestión de costumbres. Ellas no habían caído en prever que sólo los hombres se acercarían a la casa de la moribunda si ponían a disposición anís, café y otras cosas de alcohol. Las tres hermanas se miraron y suspiraron casi a la vez. En medio, en la cama, estaba su madre dormitando. Habían dejado las tres trabajos, familia e hijos sólo por pasar aquellas últimas horas con Madre. La recuerdan entre ellas y entre susurros, a aquella mujer pequeñita y frágil que en su día se hizo cargo de tres hijas y un viudo, tan joven ella, soportando las miradas de compasión de los paisanos cuando la veían con las tres cominos que la seguían a todas partes, que lloró igual por los hijos vivos que por los que nacieron muertos, que les daba a escondidas pan con tocino cuando se negaban a comer potaje , que las despidió ajena y entera en la estación de Córdoba aquella calurosa mañana de agosto de 1960 .




-Hay que cantar siempre "mi'as", siempre - les decía a las hermanas mientras cogían algodón e iban llenando los capazos - Cantando se deshacen los nudos y el cuerpo puede ir más ligero "pa tó".


-Anda, madre - decía la pequeña y la más descarada - que la gente va a pensar que estamos locas, como usted. ¿De qué nudos está hablando?


- Pues de los que tenemos todo el mundo "mi'a". De los nudos del alma, de los de la garganta, los del estómago y hasta los del corazón. Cantando todo pasa más suave, como el pan negro cuando lo untas en la "pringá"... La vida es un hilo y, cada nudo que hagas, lo hace más trabajoso pa coser. Recordar esto siempre.




Reían ellas de las ocurrencias de su madre. Casi podían escucharla en esa habitación; no...la estaban escuchando. Un hilillo casi quebrado de voz, una especie de mmmmmmmm que empezaron ambas a identificar; su madre; ojos cerrados, cuerpo casi inerte y respiración suave estaba tarareando. Se miraron cómplices en la pena, y empezaron a cantar muy bajito las tres hermanas, siguiendo a su madre:




"Con el vito, vito, vito, /


Con el vito, vito, va. /


No me mires a la cara /


Que me pongo "colorá".




Ahogaron un sollozo para poder articular palabra. Respiraron hondo, llenándose de aire hasta el estómago, más templada ya la voz, riendo entre lágrimas




Con el vito vito vito, /


Con el vito vito va. /


No me "jaga" "usté" cosquillas/


Que me pongo "colorá".




Y se giraron ambas a mirarla con dulzura infinita, a esa mujer encogida, pequeña y flaca que yacía en la cama. No respiraba. Pero sonreía, libre ya de los nudos que la ataban a la tristeza de sus hijas.

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