"Y el viento, galán de torres, la
prende por la cintura."
Preciosa y el aire,Romancero gitano.Federico García Lorca
Qué calor. No soplaba una pizca de aire aquella noche. Se
revolvió en la cama, resoplando de impaciencia por quedarse dormida, y se quitó
la camiseta vieja de dormir y la ropa interior. Era insoportable aquel verano
que ni la ventana abierta a la noche de par en par conseguía hacer
olvidar. Le dio la espalda a la poca luz
de los patios interiores que entraba y en ese momento lo notó. Aire. Un soplo
frío que le rozaba la nuca y le hizo estremecerse mentalmente de placer. El
sudor evaporado que le recorría la espalda le provocó unos escalofríos que le
hicieron pensar en dedos recorriendola. Sonrió mientras se relajaba,
mientras se ponía boca arriba y dejaba que el aire borrase los rastros de sudor
de su cuerpo. Totalmente estirada ofreciendo su cuerpo a la caricia sensual del
frio, su sorpresa no fue de terror cuando notó las caricias leves en los
pezones, que se endurecieron al contacto y a la temperatura y le hicieron gemir
e intentar abrazarse. No pudo. No podía moverse, no podía cambiar esa postura
totalmente accesible, en aspa, que había adoptado minutos antes. Pero la excitación había vencido al asombro y
su cabeza empezó a desconectar cuando el aire empezó a acariciarle entre sus
labios lenta y suavemente y la penetró mientras aún disfrutaba del latigazo en
la columna seguido de la nada en su cabeza que supuso aquel orgasmo brutal e
inesperado. Mientras aún le temblaba el cuerpo de placer. El aire siguió
acariciándola con dulzura hasta que se durmió agotada. Luego, de repente, paró.
Desapareció.
Por eso desde ese día dormía siempre desnuda. Y con la
ventana abierta
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