10.12.07

Volver, volver, volver....


Volver de un viaje, ni que sea de tres días, siempre es una experiencia casi disociativa. La tensión de la ida, con la angustia de no dejarse nada, el miedo a la carretera desaparece por otro tipo de tensión que es la de volver a reordenar tu vida tras ese lapso, aunque sea mínimo. Llevar la ropa sucia a la lavadora, volver a colocar la ropa limpia, repartir las compras entre la familia, ordenar el montón de ropa que la lavadora asiló en tu partida. Tu cama, intacta estos días, se ha convertido en el refugio de los gatos que toman el sol tranquilamente en tu colcha. Colocas las zapatillas de estar por casa y casi te sientes como si colocases una bandera en la luna. Ya estoy aquí, piensas. Sacas el carrete gastado de la vieja cámara (si, aún uso cámara de carretes) y la guardas lejos de la calor, diciendo hasta la próxima a el carrete que se te ha quedado a medias. Hasta el ordenador parece haber cogido polvo. Y sacudo todo mi bolso sobre el escritorio, estriando de mis cosas papeles de barritas de cereales, cigarros rotos, la moleskine, esos bolígrafos de colores rarísimos que compré en aquel quiosco libreria y ese colgante con un reloj de sol que no pude probar porque, hasta ayer, no ví el sol en todos estos días de lluvia y viento.


Y entonces me pongo a pensar en todos esos apellidos catalanes que había en las lápidas del cementerio de Collioure. Aymerich, Ribes, Masnou.... Las fechas de su muerte, en el 39, en el 40 o en el 46.. pienso en todas las personas que murieron un poquito al cruzar la frontera y murieron quizás un poco empujados por la nostalgia, o los que volvieron a un país que no era siquiera lo que recordaban, para bien o para mal. Y aún se me escapa pensar que ese pequeño pueblo antaño de pescadores es un buen lugar para morir. El pintor Henry Matisse dijo que no había en Francia un cielo más azul que el de Collioure. Y recuerdo la tumba de Antonio Machado, poeta, donde reposan los restos también de su madre. Y esos versos de Soledades allí inscritos.


Y cuando llegue el día del último viaje,

y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,

me encontraréis a bordo, ligero de equipaje,

casi desnudo, como los hijos de la mar.



Volver. Ni aunque sea de tres días fuera. Si pienso en eso como una experiencia disociativa.... que pensar de todos los refugiados, de todos los tiempos, de todas las guerras, de todos los estados....


Banda sonora de esta nota: Cantares de Joan Manel Serrat

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