17.2.09

FOMENTO DE RECICLAJE


Amig@s concienciad@s, no quiero con esta nota dar más la vara sobre la necesidad de reciclar todo lo reciclable, de ser selectivos a la hora de tirar la basura, de usar los medios que tenemos para ello. Quiero hablaros de una curiosa modalidad del fomento del reciclaje que podríamos bautizar como reciclaje textil.

Nuesta variante doméstica de reciclaje textil viene heredada directamente de los hijos de la posguerra que fueron nuestros padres. Supongo que la tradición tendrá un rancio abolengo de siglos.

Aún me acuerdo cuando, de pequeña, recibíamos la ropa usada que se le quedaba pequeña a nuestr@s prim@s. Volvíamos con las bolsas entre nosotras en el asiento trasero del coche, sin soltarlas en la media hora que había de un lugar a otro, rompiéndolas al llegar y atentas para que la pieza preferida fuese de una en lugar de la otra, la que tenía la vista y la mano más rápida. Cómo protestábamos cuando algo se adjudicaba en función de talla (cuando eres pequeña, te da igual que una falda te llegue por la línea de las nalgas, esas inquietudes de aspecto son más adolescentes que otra cosa), o por si venían en el lote esos minibolsitos que ya usaban mis primas del año 69, privilegio de la preadolescencia que aún nos estaba por llegar a mi hermana y a mí.

Y también recuerdo con íntima satisfacción hace un par de meses la llegada de dos bolsas con chaquetas de invierno de la jefa de mi madre. Íntima y de muy mala baba, lo reconozco. La señora ha aumentado la talla hasta la 46 y nos iba todo de lo que trajo. Hasta hace poco su ropa sólo la podía reciclar mi tía Ana, un pizquillo de mujer que pesa menos de 50 quilos sospecho.

Últimamente veo mucha gente descerrajar, literalmente, esos contenedores de ropa que se supone que son para repartir entre los más desfavorecidos. ¡Ole!, pienso. Esto ya es el self service, un engranaje menos en la cadena del reciclaje textil y supongo que esa gente realmente lo necesitará. El otro día dos madres revisaban la ropa del contenedor forzado, dejando cuidadosamente plegada la ropa que desechaban en la puerta abierta del armatoste.

Pero en mi casa parece haber unas constantes con el fomento del reciclaje textil. Es mi hermana pequeña, muy fashion victim, el primer eslabón. Su ropa se reparte equitativamente: pantalones para mí, faldas y jerseys para mi madre, jerseis para mi hermana y calzado deportivo para mi padre. Para que luego digan..eso si que es una democracia en la república independiente de mi casa (Señores de Ikea, no pienso pagar derechos por la frase porque ya se ha convertido en un lugar común en el castellano).

¿Y los bolsos?¿Qué decir de los bolsos? Cuatro mujeres en casa y hay cienes. Cuando una hace limpieza siempre consulta a las demás con un ¿Alguien quiere este bolso?. Y normalmente si no haces una limpieza estrictamente privada y con nocturnidad y alevosía, el bolso en cuestión sale de un armario para meterse en otro. Y así seguimos pasándonos bolsos de unas a otras en un eterno bucle que riete tú de la peli esa de El día de la marmota con Bill Murray de protagonista. Todos para todas, al tiempo siempre ocurre.


Así seguimos practicando el fomento de reciclaje textil doméstico. Porque, recordad amigas, los bolsos son como la energía en cierta manera, que ni se crea ni se destruye, se transforma. Pues los bolsos no se destruyen: se reciclan.

Banda sonora de esta nota: Mas es mas de Fangoria (porque me gustan ¿qué más razón?)

1 comentario:

susana dijo...

Ole, ole y ole, toma ya mi niña.Di que si, que hay que reciclarlo todo, y con los tiempos de crisis que corren, ya mismo vamos a tener que reciclarlo todo,ja,ja. Otra cosa, que rulen esos bolsos,ja,ja,ja.