24.3.09

EL EVANGELIO DEL MAL DE PATRICK GRAHAM

dbl_2132 Hace poco tuve que hacer orden de libros para llevar al trastero. Me da una infinita pena hacer eso, pensar en todos mis ratos de evasión, pasión y entretenimiento metidos en cajas de cartón con plástico, humedeciéndose en el trastero. Pero claro, quien dijo que el saber no ocupa lugar no contaba con la industria editorial. Ocupa lugar y mucho, que no tengo porque sigo de okupa en casa de mis papas.

En fin, el caso es que puestos a renunciar a libros, hice una caja con una estupenda colección de libros de cocina que no utilizaré todavía, porque es un arte para el que no estoy diseñada, y otra a la que bauticé con un rotulador permanente con el título de “Códigos, enigmas, Magdalenas, Griales, templarios, cátaros y albigenses”. Con estas etiquetas estaba catalogando novelas muy muy entretenidicas de las que enganchan y que ya por si solas son el género enigma, pero que cuando las acabas no te dejan más que un poso y se me van confundiendo argumentos y personajes en la memoria.

La novela de la que os voy a hablar es una de esas. Pero como no soy las que critica la calidad de los best sellers enigmáticos, más bien les admite sus gracias, sigo con esta novelita que ahora ha salido en bolsillo y que puede hacer las delicias de los amantes del género.

Antecedentes en la Edad Media, resolución en este siglo que empieza. Una detective del FBI que a raíz de un accidente, se le activan zonas del cerebro que le permiten ver muertos y ponerse en el lugar de asesinos y sus víctimas. Toda una maldición que se mezcla en el argumento con la supuesta existencia de un Evangelio de Satanás desaparecido cuyos seguidores se han perpetuado a través del tiempo y que van en busca de su texto sagrado y sus reliquias para demostrar al mundo que Jesús no resucitó de entre los muertos. Añádele a eso un exorcista veterano, jaleos en las curias vaticanas, la intromisión de una inspectora de los carabinieri…FBI, templarios, órdenes secretas de monjas y Satanás.

Todo esto articulado con la típica estructura narrativa en pasajes intercalados de este tipo de novelas, que te dejan suspendida una parte de la acción durante determinado número de páginas, combinados con los flash backs directos o dirigidos por la facultad de la agente del FBI de meterse en la piel de muertos varios. Concluyendo, un libro altamente adictivo, sin descanso. Y qué más dará que sea típico cuando ha alcanzado esas cotas de calidad en lo suyo. Que más da que no deje poso cuando nos evade, nos enerva, nos hace adictos con esa facilidad. Porque leer también es divertirse con ello.

18.3.09

COLECCIONISTAS RECOLECTORES

Reconozco que soy una persona bastante compulsiva. Y, de alguna rara manera, ordenada. Soy suficientemente caótica interiormente para intentar de todas las maneras mantener un orden exterior que me tranquilice. Aún así hoy tengo la mesa ocupada por papeles, libretas, libros a devolver a la biblioteca y a mis amigos. Espero poder por lo menos dejar este escritorio despejado antes de las siete de la tarde.

No tener trabajo te quita rutinas. Te quita quizás la rutina mas fija de tu vida. Y eso hace que el resto de las rutinas desaparezcan. El tiempo se estira o se encoge a tu gusto y sólo te queda hacerte horarios mentales que vas rompiendo sistemáticamente, ya que nada fijo te obliga a reordenarlo.

Por esa razón llevo una semana buscándome tareas de orden y colocación. Como a nadie, no soy adicta a limpiar, pero debo admitir cierto placer mental al dejar la fregona cruzada delante de la puerta de cualquier sala de la casa indicando que no se puede pisar. O al entrar en una habitación, la mía, oliendo a friegasuelos, lejía y limpiador de muebles. Y también encuentro un extraño placer en hacer un sitio para cada cosa.

Por eso estoy recuperando el gusto por mis antiguas colecciones. Mi sorpresa fue encontrar aún por casa mi viejísima colección de sellos matasellados. Volver a clasificar esos sellos, separarlos del papel de los sobres, ponerlos delicadamente en papel secante y colocarlos en los álbumes por series, años, manejando las pinzas de patas casi planas evitando dañar el troquel de alrededor. Me resulta relajante en extremo y a ello me he dedicado un día entero, dejando los dos últimos clasificadores a mano (el de sellos de España y el de extranjeros) en espera aún de aumentar mi colección con sellos viejos que no sean autoadhesivos.

Mi otra gran colección no puede ser llamada como tal. Primero, porque mi padre llevo al trastero parte de ella sin mi permiso, y no puedo clasificarlos convenientemente. Son puntos de libro, o marca páginas como queráis llamarlos. Pero de esta colección me considero recolectora. Necesito una inversión de tiempo que tengo pero en dinero para colocarlos en hojas especiales, comprar carpesanos para seguir clasificándolos etc.. En cuanto tenga algo de dinero compraré hojas y empezaré a coleccionarlos de verdad, clasificando los de editoriales como los de Salamandra, que tienen siempre el mismo tamaño, o por origen (pseudo flyers de discoteca, librerías, bibliotecas, promoción editorial, exposiciones de arte, turismo..) En fin debe haber tantos como clasificaciones de libros en una biblioteca.

Como todos los hijos de pobres, mis colecciones son gratis. Pero tiene gracia comprobar como mi desordenado desorden se refleja en mi manera de coleccionar o de recolectar. Y ambas son de momento, infinitas. Como la biblioteca de Borges.

Banda sonora de esta nota: Los gatos lo sabrán de Loquillo y Sopeña